Buenas tardes queridos y especiales lectores!
Hoy nos convoca un tema que fue muy sensible para mi desde mi adolescencia como mujer, y que siento que pueda ser compartido por otras de mi mismo género o personas que se encuntran en transición de género y que también se puedan ver afectadas por los estereotipos colectivos de proporciones, tamaño, belleza y deseo.
Parto de mis 12 años aproximadamente. Es la edad en que se supone comienza para la gran mayoría el desarrollo de los caracteres secundarios de ambos sexos: a) en la mujer, el vello pubiano, las caderas que comienzan a ensancharse y lo más importante para la mayoría: el gran salto al vacío o el "sobre salto" de los senos; b) para el hombre: la nuez de Adán (no sé que tendrá que ver el pobre Adán en todo esto..., porque no me imagino que tengan fotos o pinturas de él!), el vello pubiano, facial, y lógico: la imparable comparación del largo del pene y tamaño de los testículos entre sus colegas (dicho sea de paso muy sensibles a tales comparaciones).
La cuestión es que pasaron los 12, se vinieron los "rosados" 15 y llegaron los anhelados 18 (por la mayor edad, en algunos términos) y mis senos permanecían abobados, dormidos, recogidos, totalmente inconscientes de que debían por madre natura, salir a la superficie.
Ellos definitivamente, ya habían probado las bromas de mis amables colegas en los vestuarios de la secundaria, y también los ojos estupefactos de algún que otro "varón" que se hubiese dado cuenta, que el tamaño imaginado y el real, no coincidían.
Para mi decepción y conflicto de autoimagen, no encontraba tamaños de sostén que no quedaran bailando en mi pecho. Claro: porque los que me servían por el contorno del tórax quedaban como vacíos de su más preciado producto: "las tetas". Y si fuera a buscar, algo que me calzara en estas últimas, seguramente tendría que dirigirme a la sección de púberes o más bien, infantil.
En esa melancolía "tetífica", escuchaba en mi hogar que no me preocupara. Que la falta de senos significaba que era una "buena chica", porque demostraba que no había recibido o sentido estimulación sexual...en otras palabras: que no me había calentado con ningún varón -o chica (pero esta última opción para los que rondamos en los 40+, no era muy mencionada), o que no me habían "toqueteado", como se decía o se seguirá diciendo (no lo sé).
Ahora, piensen por unos segundos: con 18 años creen acaso que no me había calentado en algún momento? Vaya que otro!!! Pero mis senos, parecían tener problema "auditivo" a los llamados de la calentura sexual, hormonal o lo que fuese.
También, en otra campana, escuchaba las clases de biología de la secundaria, que decían que necesariamente, los senos, en la adolescencia: CRECEN! Y la genética, en mi familia, apuntaba que esa teoría era correcta: mi progenitora poseía un par de bellísimos senos...grandes como en mis más hermosos sueños de compra de sutienes!
El tiempo transcurrió implacable, y la situación, para mi compleja, incambiada.
Reacción natural: encorvar la columna hacia abajo (por el cuello) y juntar -bajando- los hombros, como si de manera inconsciente tratara de esconder el nefasto secreto, de una mujer "destetada".
Claro, a la baja autoestima se sumaron los dolores de columna por caminar curvada, y una imagen personal distorsionada.
La historia, los casamientos, relaciones afectivas, íntimas se discurren, hasta que llega la ansiada gestación. Y la seguridad, con ese "pequeño detalle", según la familia, de que al llenarse los senos de leche, rebosarían en tamaño y forma.
También esperé ansiosa por ese cambio, pero para más fatalidad, llegó primero mi hija, que el seno...tampoco la leche...para desdicha de mi retoño.
Ahhh...no pudo faltar el comentario de alguien desprevenido por mi problemática "tetífica", de mencionar: "las madres con suficiente amor, producen mucha leche y quedan con ellos hinchados".
Bueno, parecía que literalmente yo no hacía parte de ningún pronóstico o parámetro comportamental ni de desarrollo.
En fin...llegué a mi último casamiento y actual, ya importándome un pelo, si tenía melones, o limones...o quien sabe: arándanos.
Pero, como a esta altura de la vuelta de la esquina de la vida, tanto nos da si creemos encajar o no, porque es mejor encajar con nosotros y nuestra sanidad mental, que con la ajena, que comencé a indagar en mis fantasías, fetiches y otros...y al salir eso, salieron también los miedos, tabúes y preconceptos.
Un día a la noche estábamos, después de meses de comentar que si obtenía recursos materiales, definitivamente mi sueño sería "colocarme las lolas", que tomé el impulso de comentar: "claro, porque los hombres prefieren siempre las "lolas grandes a las chicas".
Cuál no fue mi asombro, al ver la expresión de mi esposo al dar vuelta su cabeza y responderme: "estás muy equivocada! Nos gustan más los chicos que los grandes...porque así podemos chupar, acariciar, tomar con una mano toda la lola y por ahí fue...".
En un mixto de estupefacción por la respuesta; de frustración por haber escuchado recién a mis 48 años la respuesta que hubiera deseado recibir a los 15 y algo de "bronca" por todos las leyendas populares que prácticamente que obligan a la mujer a desear operarse, abrirse, anestesiarse, sufrir con un post operatorio, solamente para conformar a un público masculino que: NO EXISTE!
SI MUJERES! ESTAMOS O ESTUVIMOS EQUIVOCADAS...o yo por lo menos lo estuve!
Y saben por qué lo afirmo? Porque mi esposo me dijo: "y te lo voy a demostrar".
Cómo estaba muy convencido de su teoría, le seguí la corriente y cuál no fue mi asombro en verificar sus métodos.
Me dijo: "recuerdas aquella página picante que a veces visitamos?" -bueno, no comenten mucho, si?-.
Y yo le respondí: claro!
"Pues mira" -me dijo-, "si digito en el buscador: tetas chicas, aparecen 112.380 resultados" -mi boca se abrió en un: "ahhhhhhhh".
"Pero si en el buscador coloco tetas grandes, el número no muestra grandes cambios: 129.113 resultados...algo como 16.000 y poco más que en la primera búsqueda".
O sea, prácticamente, la cantidad de personas que buscaban contenidos para adultos referentes a "tetas chicas" era casi el mismo que buscaba por su opuesto...y yo creyendo que nunca encontraría un zapato para mi pie (o mejor: un sutién para mis tetas!).
Pero no terminó ahí. Inició él personalmente una encuesta en otra red virtual, postando dos fotos: una mujer con senos grandes y otra con senos pequeños y la siguiente pregunta adjunta: "Cuál elegirías: la que los tiene grandes o la que los tiene chicos?"
Para mi sorpresa, por mayoría avasalladora, eligieron en un 90% las que los tuvieran chicos.
No entendía...o no me lo podía creer....pero me sorprendió muy gratamente!
La cuestión, mujeres, es que nuestra autoestima y sentimientos de confianza en nuestra persona o capacidad de ser sensuales o atractivas para un ser humano, no pueden ni deben estar condicionadas por el tamaño o forma de nuestro cuerpo.
La sociedad, las creencias y tradiciones vomitadas por así decir, de generación tras generación, nos han hecho creer determinados estereotipos y lo peor: vivimos en una época en la que se ha tornado accesible modificar nuestro formato, medidas y condiciones, hasta con fácil acceso...al punto de que muchos "seres" han perdido literalmente toda su condición única e irrepetible que un día las hizo ser lo que nacieron para ser (no incluyo aquí las transiciones de género; solo hago alusión a la apariencia física motivada por mera estética estereotipada).
Entonces, ahora ya ni compro sutienes. Mi postura es derecha y ya no sufro como antes con dolores de espalda. Hago el amor con libertad de mostrarme tal cual soy y me hago fotos provocativas: solo para enorgullecerme de mis "limoncitos".
Vamos...no deseo que piensen que hago una apología a los senos pequeños! No!!!
Mi objetivo es hacerles ver y sentir a las mujeres, que no importa lo que tengan o crean que no tienen: SOMOS HERMOSAS, COMPLETAS Y ÚNICAS POR EL SIMPLE HECHO DE SER MUJERES!!!
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